Un cuento de sabor oriental para
empezar a centrar nuestra reflexión:
Cierto príncipe tenía tres
amigos sabios: uno era artista escultor; otro era científico-biólogo, y el
tercero era maestro. Un día tuvo curiosidad por conocer y comparar su manera de
mirar las cosas, y los puso a prueba de esta forma: Por separado, fue
citándolos uno a uno en su jardín, junto a un pequeño estanque que había en el
centro. A cada uno le hizo la misma pregunta, señalando el estanque:
"Dime, ¿qué te llama más la atención?"
El escultor antes de responder
dio una vuelta en torno al estanque, admirando el pretil de mármol bellamente
esculpido. Y contestó: "Me gusta el estanque porque el pretil está muy
bien tallado".
El científico observó el pretil,
pero su mirada se concentró enseguida en el interior del estanque: contempló
largo rato el agua, las flores de loto que se abrían sobre ella, los pececillos
de colores que nadaban entre las algas, los insectos que se movían sobre la
superficie y en la profundidad... Y así fue su respuesta: "Lo mejor del
estanque es la vida que bulle en sus aguas".
Cuando tocó el turno al maestro,
comenzó como los dos anteriores: también observó el pretil y, sobre todo, las
aguas; y respondió luego: "El pretil es bello; el interior del estanque,
la vida que hay en él es sin duda lo mejor. Pero lo que más me impresiona es la
luz". "¿La luz?", preguntó extrañado el príncipe. "Sí
-respondió el maestro-. Observa esos juegos de luces y sombras que resaltan los
relieves del pretil: la luz hace que tu estanque sea diferente a la mañana, al
mediodía y al atardecer. Fíjate en esos rayos de sol que se filtran hasta el
fondo del estanque: todo se hace claro a su contacto. Y lo que es más
importante: la vida crece y se transforma dentro del estanque gracias a la luz
que llega a él. Mañana será distinto de lo que es hoy; es imprevisible lo que
cada día encontrarás en él; porque la luz añade a la vida el misterio".
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Fuente: Documento: Espiritualidad para la misión. La mirada de un corazón iluminado.
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